El cumpleaños que terminó en sangre: Un crimen por venganza desgarra a una familia en San Lorenzo

Un cumpleaños de quince años se convirtió en el prólogo de una tragedia familiar que culminó con un joven muerto a tiros y otro tras las rejas. En el centro del drama, una venganza dirigida a un inocente, amenazas que se materializaron en un balazo y una familia desgarrada entre el duelo, el miedo y la culpa.

Todo comenzó el sábado 5 de diciembre, en un salón de 17 de Febrero y Nerbutti de Puerto General San Martín, donde se celebraba con alegría el cumpleaños de Abigail, una joven de quince. Sin embargo, la alegría se desvaneció al finalizar la fiesta, cuando su hermano, Jesús Adán Rú (18), aparentemente alcoholizado y bajo efectos de estupefacientes, desató una violenta discusión afuera del local. La ira de Ru se ensañó primero contra su novia y luego contra su propia hermana, golpeándola.

Fue entonces cuando los familiares intentaron intervenir para poner fin a la agresión, entre ellos el hermano de la víctima y su madre. Pero lo que encontraron fue una furia descontrolada. La tía del agresor y otros parientes también resultaron golpeados y mordidos por Ru en el forcejeo. Esa intervención no solo no calmó los ánimos, sino que fue el detonante de una amenaza aterradora en el hospital Granaderos a Caballo. Mirando directamente a su tía, en cuyo cuidado legal está su hermana, Ru le espetó con total claridad: “Te voy a matar a tu hijo. Me voy a desquitar con tu propia sangre”. Su hermana golpeada fue atendida por personal médico con lesiones en las costillas. Incluso allí, en medio del dolor, Ru le dijo “Te lo mato”.

Notablemente, el joven que se convertiría en víctima horas después, Elias Alfonso (19), primo de Ru, no había estado presente en la fiesta. No fue invitado porque tenía compromisos laborales para la mañana siguiente. Según su entorno, él y Ru nunca habían tenido problemas; eran simplemente primos.

La venganza ejecutada: Un balazo en el cuello en la puerta de su casa

En la madrugada del domingo 6, alrededor de las 6:00 horas, Jesús Adán Rú transformó sus palabras en acción. Armado con un revólver calibre .32 cargado con cinco proyectiles, caminó los 400 metros que separaban su casa de la de su primo, en Juan Pablo II y Perú (Del Bajo al 1100)

Elias, se encontraba fuera de su vivienda – una casa tipo “chorizo” donde convivían tres familias – esperando que lo buscaran para ir a un trabajo que le habían prometido. La rutina de un domingo laboral se quebró de golpe. Rú apareció en la puerta. Testigos, entre ellos la pareja de Elias y madre de su hija de cinco meses, relatan la escena con crudeza: “Elias dijo ‘Me dieron, me dieron, cerrá la puerta’”. Ru estaba parado en el umbral, queriendo ingresar. La mujer le gritó al agresor que estaba la bebé y puso un candado, mientras veía a su pareja perder sangre por el impacto de bala en el cuello. Ru persiguió a Elias por un pasillo lateral, donde el joven, desangrándose, se refugió en el baño y finalmente se desvaneció, muriendo en el acto.

El presunto asesino huyó corriendo hacia su domicilio. Su figura, desnudo de torso y con una bermuda de jean ahora manchada de rojo, fue captada por múltiples cámaras de videovigilancia en su trayecto por Juan Pablo II y Héctor Castaño. Vecinos lo vieron pasar, gritando desafiante “que iba a seguir matando, metiendo plomo”. En su carrera, entregó el arma homicida a su cuñada, quien junto a su hermana y novia del agresor lo perseguía gritando “Jesús, Jesús” sin poder detener lo inevitable. La cuñada, en un intento torpe de ayudarlo, tomó el arma y la escondió en un basural detrás de unas piedras, en Silvestre Begnis y Díaz Vélez,

Mientras, la policía ya estaba en la casa de Elias. La Comisaría 7ª, alertada por el 911, llegó y constató el cuerpo sin vida. Las declaraciones unánimes apuntaban a Ru. Cuando los oficiales fueron a su casa en Puente Reconquista y Díaz Vélez, lo encontraron en la puerta, aún con la bermuda ensangrentada. Su detención no fue fácil: ofreció resistencia e incluso golpeó a los agentes. En el allanamiento secuestraron la ropa manchada y un rifle de aire comprimido. Horas después, guiados por la cuñada que prestó declaración, encontraron el arma del crimen, un revólver calibre 32. aún con los cinco proyectiles en su tambor.

En los tribunales, el drama familiar llegó a su capítulo judicial. El fiscal Nicosia calificó el hecho como “homicidio simple agravado por el uso de arma de fuego” y pidió prisión preventiva por 180 días. Pintó un cuadro de venganza premeditada: “Fue directamente y mató a alguien inocente”. Subrayó el peligro que Ru representa, sus amenazas de “meter plomo a todos”, sus antecedentes por venta de estupefacientes en un sector de la calle Fournier al 1200, y el miedo que siembra en su propia familia.

El ambiente en la sala se cargó de dolor cuando tomó la palabra la madre de Elias. Con la voz quebrada por el llanto, pero con una firmeza desgarradora, imploró: “Soy la mamá de Elias, necesito que quede preso porque mató a mi hijo. Lo quiero preso. Vivo a cinco casas de la casa de él”.

La defensa pública intentó atenuar la situación, pidiendo prisión domiciliaria para el joven que “acababa de cumplir 18 años en octubre”, ofreciendo el domicilio donde vive como garantía y argumentando que la evidencia ya estaba colectada.

La jueza Griselda Strólogo decretó la prisión preventiva por el plazo máximo de 180 días. Su fundamentación fue un duro análisis del drama familiar. Destacó la “clara apariencia de responsabilidad”, respaldada por un “despliegue de violencia contra una persona que ni siquiera estuvo en la gresca”. Pero fue más allá, señalando el núcleo del peligro: “Los vínculos familiares complejos y violentos”.

Para Strólogo, Ru es un elemento de máxima peligrosidad dentro de su propio entorno. “Termina la vida de su propio primo y muestra violencia con su propio círculo familiar”, recalcó, subrayando la necesidad de “preservación y tutela judicial de testigos vinculados”, todos ellos sus propios familiares. Su vinculación al “flagelo” de la venta de drogas, solo exacerbaba los riesgos de fuga y de entorpecer la investigación.

La historia que comenzó en un salón de fiestas con música y risas terminó con una resolución judicial que envía a un joven de tan solo 18 años a la cárcel y deja a una familia marcada para siempre por un duelo imposible y por la sombra aterradora de una violencia que surgió, irónicamente, desde dentro.

Qué opinas?