Elecciones, legitimidad y transición

Escribe Carolina Rigoni
Lic. en Ciencia Política- U.N.R

El ejercicio del Poder requiere de legitimación. La legitimación como concepto político, otorga a aquellos circunstancialmente destinados a mandar, la autoridad funcional para hacerlo, siempre dentro de los límites de un mandato de representación. En síntesis, sin legitimación, sin reconocimiento de la investidura de autoridad, no hay posibilidad de ejercer legítimamente el poder.

En los últimos días, el sistema político argentino, una vez más, se enfrenta a un proceso de cuestionamiento de su legitimidad. La legitimidad que otorga el voto popular, parece no haber hecho favor a las autoridades de turno, y en cambio, parece haber favorecido a los sectores de la oposición.

Sin embargo, este proceso tiene algunas particularidades. La crisis de legitimación de quienes ejercen el poder de turno se desencadenó como resultado de una elección primaria (PASO), es decir, de una elección que no define atribución de cargos electivos, y por lo abismal de los porcentajes obtenidos entre los más y los menos votados (que si bien no competían entre sí, es cierto), presagian de cara a la elección general de autoridades un panorama sombrío, por lo menos para el oficialismo.

En este contexto, el plazo de tiempo vista a la elección general, es divisado por muchos (sobre todo por opositores), no como el tránsito a una nueva instancia electoral, sino como la consolidación de un verdadero proceso de transición para asegurar la “tradición”, el cambio de autoridades en el ejercicio del Poder.

Es allí, donde cobran sentido algunas interrogantes: ¿Es válido seguir sosteniendo un proceso de Primarias que, en definitiva, ayuda a determinar la performance anticipada de los sectores partidarios en disputa? ¿La contundencia de un resultado como el observado, finalmente, condiciona la capacidad de acción de un gobierno de turno ya deslegitimado? ¿Qué carácter debemos darle al plazo posterior a la transición electoral, cuando los resultados de la Primarias parecen haberlo definirlo todo? ¿Cómo contener las especulaciones de electorados tan viscerales como el argentino?

En algo debemos coincidir, la salida siempre es la institucionalidad. Nuestro sistema democrático no puede abusar de “adelantamientos”, “traspasos de poder anticipados”, o de “transiciones pre-electorales”. Por ello, la fortaleza del sistema democrático radica en la alternancia, pero siempre en respeto a las reglas de juego que su posibilidad amerita, nunca antes.

Lo demás, forma parte de la especulación. Una dirigencia responsable, es aquella que interpreta, más allá de los ocasionales resultados eleccionarios (importantes, es cierto, a los fines de lograr legitimidad), que existe otro valor imperecedero inherente al derecho a elegir, el respeto a los Instituciones de la Democracia.

 

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