En la apertura del juicio oral, el fiscal Leandro Lucente solicitó 15 años de prisión para Carlos Silveira, por reiterados hechos de abuso sexual hacia la hija de su esposa. El testimonio de la víctima y de las psicólogas que la entrevistaron describen a un hombre violento, abusivo que aprovechó de la niña quien intentó escapar de esos hechos y no pudo por las amenazas.
Un nuevo juicio oral comenzó este lunes en San Lorenzo contra Carlos Silveira por reiterados hechos de abuso sexual contra la hija de quien fuera su pareja, desde los diez años, hasta los dieciocho. El fiscal Leandro Lucente, lo imputó por abuso sexual con acceso carnal agravado por el vínculo, por aprovechamiento de la convivencia y por la edad de la víctima y solicitó la pena de quince años de prisión. El tribunal está compuesto por los jueces Mariel Minetti, Carlos Paretto y Eugenio Romanini.
Se trata de la historia de N., cuya infancia fue interrumpida y vulnerada luego de los terribles abusos que sufrió por el esposo de su mamá, en distintas viviendas de la ciudad de San Lorenzo en las que vivieron en estos años. Fue el relato de la joven quien hoy tiene 27 años, la que abrió la primera jornada con testigos luego de los alegatos de apertura.
Los testimonios de la víctima y de la hermana de ella, apuntaron a un carácter violento, abusivo y desagradable por parte de Silveira quien con amenazas abusó entre los años 2005 y 2013 de N, y que estos abusos se fueron incrementando con el tiempo, con el crecimiento de la víctima y con la libertad que tuvo el agresor, luego de separarse de la madre de la niña quien quedó bajo la guarda de éste.
También el testimonio de tres psicólogas fueron contundentes sobre las consecuencias emocionales que le provocaron los abusos: “Se sentía desganada, no podía dormir, por la noche la desbordaba la angustia e indagando la víctima contó que su madre había tenido una pareja que la manoseaba cuando vivían juntos, y que cuando la madre se va de la casa comienzan las violaciones”, expresó la psicóloga que la atendió a N., entre el 2018 y 2019 cuando la víctima comenzó terapia, a raíz de situaciones angustiantes y estresantes que vivía, como consecuencia de los traumas de esos abusos.
La profesional agregó que los síntomas que la víctima tenía en ese momento estaban relacionadas con los abusos, debido a que la joven no podía relacionarse con otras personas de su edad, no podía sostener actividades y que solamente quería dormir para que el dolor pase.
La terapeuta expresó ante el tribunal que los abusos sexuales comienzan a incrementarse cuando su madre se separa de Silveira y la víctima se queda viviendo con su padrastro quien la controlaba y que la manipulaba continuamente: El abuso es uno de los eventos mas traumáticos del niño, donde a partir de los años empieza a resignificarse y empieza a entender lo que vivió y eso tiene consecuencias siempre”, aseveró la profesional.
Otra de las psicólogas que se desempeña en el área de Violencia de Género de la URXVII que la entrevistó cuando la joven pudo animarse a denunciar a su padrastro, pudo explicar que hay manuales o guías que Unicef elaboró sobre el abuso sexual infantil y cómo abordarlos, donde explican el funcionamiento de estas dinámicas abusivas, que son asimétricas, no solo por la diferencia de edad, o de tamaño físico, sino por la madurez del adulto que comprende el daño que realiza, pero no así el niño o niña abusado/a, quien no puede entender qué es lo que le está ocurriendo.
“Los recuerdos que tiene, marcan la realidad de lo traumático que fue para ella. El abuso sexual infantil es un proceso muy particular de vinculación y que tiene una dinámica propia y que si uno no logra entender esto, no va a poder entender como se produce el abuso sexual y como es posible que el abuso sexual infantil se prolongue en el tiempo. Ese proceso se inicia en esta vinculación de cercanía, confianza y cariño que tiene la víctima con su abusador, donde N, refiere que cuando tiene cinco años, su madre se casa con Carlos Silveira y que el ocupó este lugar paterno. Ocupar ese lugar lleva a que el niño empiece a interpretar conductas abusivas no como lo que realmente son sino como que son normales y habituales de cariño entre un padre y un niño, y que se desarrollan en la casa, durante actividades cotidianas que confunden al niño y que tiende a no interpretar lo que está ocurriendo”, expresó la psicóloga.
En esa dinámica de abuso el niño no puede escapar de esa situación, los abusos era por arriba de la ropa, pasaban ocasionalmente y fueron aumentando en la frecuencia y comenzaron a ser conductas mucho más abusivas donde tuvo acceso completo a su cuerpo. “En esta dinámica abusiva se afianza a través de la imposición del secreto, o maniobras psicológicas, y una de ellas es la práctica del favoritismo. La víctima refirió que cuando ella se quedó a vivir con él, este le hizo creer que su mamá no la quería y que prefería a los hermanos y que ella era la preferida de él. Sobre la imposición del secreto, al principio él le decía que era un juego, y después cuando fue creciendo fue ejerciendo otro tipo de presiones; le decía que si se iba con su mamá la iba a pasar mal, que su hermana se estaba prostituyendo, o que le iba a hacer daño a su otro hermano. Para la víctima, esas amenazas eran reales, porque ella vio que su madre no tenía nada y pensó en su razonamiento escaso por su edad que el hombre tenía razón, y que el agresor solía maltratar a su hermano, lo empujaba, lo castigaba, todas esas amenazas para ella eran reales”, aseguró la profesional.
Por su parte, el fiscal Lucente explicó las razones de solicitar quince años: “Algunos jueces lo toman como un hecho grave y otros como una reiteración de hechos. Para solicitar esta pena entiendo que son varios hechos, creo que corresponden quince años porque fueron muchos hechos, en un delito que tiene como pena mínima ocho años. El agresor tuvo conciencia de lo que hizo y de lo que implicó y lo vuelve a repetir”.
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