Por Lucas Esteva – Estudiante de Arquitectura
Toda crisis es una oportunidad de cambio y la pandemia aceleró las tendencias de cambio que eran evidentes antes de que ésta surgiera. Pero como explicó el arquitecto inglés Norman Foster, en el Foro de Alcaldes organizado por las Naciones Unidas en Ginebra, celebrado en octubre del 2020, «Los cambios se producen por las tecnologías de la época y líderes que tienen la visión de adoptarlas.»
En 1942, el arquitecto suizo-francés, Le Corbusier, publicó los Principios del Urbanismo (Carta de Atenas) con el fin de “redactar, ordenar y poner a disposición del público una materia complicada”. Allí planteó cuatro ejes temáticos sobre los cuales podríamos
reflexionar pensando en las circunstancias actuales: Habitación, Esparcimiento, Trabajo y Circulación.
“Las viviendas abrigan mal a las familias, corrompen su vida íntima y el desconocimiento de las necesidades vitales, tanto físicas como morales, da fruto envenenado: enfermedad, decadencia, rebelión.” (1942)
¿Suena familiar? Esta pandemia que nos aqueja, nos demostró que nuestro modelo de vida y la vida misma son enormemente frágiles y necesitamos estar preparados para la próxima epidemia que pueda venir. Por eso es momento de preguntarnos: ¿Cómo son las casas donde vivimos? ¿Los espacios tienen las cualidades para llevar un confinamiento prolongado? ¿Qué se
necesita para ello?
La cuarentena reveló que los espacios únicos son incómodos para familias numerosas y de distintas edades, con distintas actividades, como el home office o homeschooling, las cuales nos vimos obligados a realizar desde casa. La necesidad de espacios versátiles, divisibles y adaptables para la productividad y el ocio es un hecho. Los espacios íntimos de cada integrante de las familias son importantes, pero también la existencia de al menos dos espacios comunes separados.
Es cierto que los proyectos inmobiliarios, algunas veces, anteponen la rentabilidad por sobre la cualidad espacial. Pero también lo es, que dicha oferta aparece en el mercado porque existen consumidores que optan por esa arquitectura descualificada, debido al bajo presupuesto y su propia necesidad de vivienda. ¡Ni hablar de los proyectos de viviendas financiados por los Estados!
El proyecto de expansión de balcones y terrazas de los arquitectos franceses Lacaton & Vassal en la ciudad de Bordeaux (Francia) en el año 2019, dotó de grandes terrazas de invierno a un conjunto de 530 viviendas colectivas. Con estas nuevas aperturas en fachada, cada una de ellas ha ganado un amplio y valioso espacio privado semi-exterior durante la cuarentena y ha mejorado sustancialmente el comportamiento energético del edificio.
El gobierno vasco (España) en un nuevo decreto de habitabilidad de Euskadi, a mediados del 2020, introdujo el concepto de espacio exterior como un elemento del programa mínimo de la vivienda y dejará de computar como superficie útil del domicilio balcones y terrazas, lo cual permitirá a los diseñadores disponer de más espacio en las nuevas viviendas. «Ahora tenemos evidencia científica que demuestra que los edificios ecológicos con ventilación natural no sólo son buenos para la salud, sino que permiten desempeñarse mejor.» expresó Foster.
La canciller alemana, Angela Merkel, durante las últimas semanas, insistió en la importancia de la ventilación de los lugares interiores, principalmente en las escuelas para evitar contagios. Esto no es nuevo: ventilación natural y luz solar fueron los objetivos de las transformaciones y ensanches de las ciudades europeas del siglo XIX y principios del siglo XX, para sanearlas, y así evitar enfermedades y epidemias, o colaborar en su sanación. Lo nuevo es la actitud mental que está más abierta al cambio.
En cuanto al trabajo, el arquitecto inglés dijo: «La industria ya no se trata de chimeneas. La fabricación urbana es limpia, crea puestos de trabajo y puede revitalizar la economía.» Además «existen pruebas de que los espacios verdes, sean grandes o pequeños, contribuyen a la salud y el bienestar.» «La agricultura urbana, que alguna vez fue una realidad en las ciudades del pasado, podría disfrutar de un renacimiento en el futuro» Estos potenciales cambios para las generaciones venideras, necesitan, como mencionó Foster, de trabajo diario, liderazgo, visión de futuro e inspiración.
¿Nos pusimos a pensar cómo nos movemos o transportamos la mercadería? ¿Hacia dónde? ¿Con qué fin? ¿Y si esos medios de transporte y viajes contribuyen al gran problema actual del planeta, que es el cambio climático, qué medios alternativos existen para no dejar de movernos (porque es necesario moverse), pero sí colaborar en disminuir el impacto ambiental que estas actividades generan?
Ante la consigna ‘quedarse en casa’ (no movernos), la pregunta es: ¿Qué se puede hacer para volver a la calle como ciudadanos responsables y agentes económicos, productores, vendedores y consumidores de bienes, servicios e información? El paradigma actual se inclina por la movilidad intermodal y sostenible, como la caminata, la bicicleta o el transporte público colectivo sustentable, incentivando estos usos, principalmente, mediante la seguridad. Si tuviésemos sendas peatonales y ciclovías más amplias y seguras, iríamos en bicicleta o a pié. Mientras tengamos calles diseñadas para el auto y sus velocidades, iremos en auto.
Norman Foster advirtió que «Los edificios y el transporte representan el 42% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo. Por eso, la ciudad (europea) densa y compacta, amigable para los peatones, es un modelo de sostenibilidad y sociabilidad, en comparación con la metrópolis en expansión donde los automóviles consumen un exceso de combustible»
¿Cuánto espacio público dedicamos para la circulación y estacionamiento de vehículos particulares motorizados que contaminan el ambiente?
Los Woonerf holandeses (Países Bajos), que fueron implementados a finales de la década de los ‘60, son calles parquizadas, donde los vehículos motorizados se permiten a bajas velocidades, el tráfico es acotado y la capacidad de estacionamiento es baja, convirtiendo al espacio público en un lugar plenamente habitable y seguro para los peatones y ciclistas; equipado con mobiliario urbano para que los niños puedan jugar y los mayores, encontrarse.
Anne Hidalgo, la actual alcaldesa de París (Francia), en su campaña electoral proponía avanzar hacia la planificación de la vida urbana y crear ‘la ciudad 15 minutos’, un modelo que establece un entorno en el que cualquier ciudadano pueda conseguir lo que necesite en un máximo de 15 minutos a pié o en bicicleta, rompiendo los esquemas de la ciudad monofuncional y apostando por una ciudad multi-céntrica. Además, había anunciado su deseo de convertirla en una ciudad 100% ciclista para 2024 y libre de autos a combustión para el 2030. A partir de la COVID-19, París ya no es la misma ciudad atestada de autos, sino que ahora las bicicletas han ganado protagonismo.
En ciudades como Barcelona o Madrid (España) se elaboraron proyectos urbanísticos de Supermanzanas, los cuales consisten en agrupar manzanas donde queda restringido el tráfico motorizado y este es redirigido a las calles perimetrales. De esta manera, en el
interior se ampliarían los espacios verdes para el ocio, el espacio para peatones y ciclistas, sin comprometer la funcionalidad en la ciudad. Recientemente Rosario aprobó un proyecto de ordenanza que va en este sentido, para crear un piloto de Supermanzana y ponerlo a prueba en la ciudad. Es evidente que el futuro próspero depende de cambios en dirección a estas tendencias que posibiliten un escenario adecuado para un mejor desarrollo de la vida en sociedad ¡Vayamos hacia allá!
Qué opinas?