Escribe Carlos A. Rinaldi (Abogado)
carlosrinaldiabogado@gmail.com
Las Infancias tienen una dimensión política cada vez más explorada. La preocupación por la formación de nuevos ciudadanos, ha dejado de ser un proyecto a futuro para transformarse en una urgencia de este tiempo. Las Infancias ya no son pensadas como conformadas por meros sujetos pasivos de la política pública focalizada sino más bien, como protagonistas activos de las escenas de gobierno.
Nos enseña Francesco Tonucci que; a partir de la constatación de la soledad de la infancia, se ponen de relieve los efectos perversos de las ciudades que ignoran la existencia de numerosos ciudadanos, niños y niñas, que viven en ellas. Se proponen estrategias prácticas, que les otorguen un papel activo y protagonista (1)
El avance irrefrenable de nuestro tiempo, la posmodernidad, el progreso técnico imparable, no puede ocuparse centralmente de la niñez y/o la adolescencia. Hay un nuevo traslado del problema a sus padres, y si no, al Estado. Una privatización del problema político de las Infancias.
Una nueva actitud consiste en rechazar la resignación y denunciar este progreso (o mejor, no-progreso) deseado por pocos, pero sí por unos intereses innobles que nada tienen que ver con el bien público, la felicidad de los ciudadanos y la calidad de vida. Es la actitud que considera el problema no como individual y personal, sino como social y político; que pretende que la tendencia cambie, que la ciudad cambie. No se trata de poner en práctica iniciativas, oportunidades y estructuras nuevas para los niños. Tampoco de defender los derechos de un estamento social débil, ni de modificar, actualizar o mejorar los servicios para la infancia (que, naturalmente, son uno de los deberes de la Administración pública).
De lo que se trata es de adquirir una visión nueva, una filosofía nueva para la evaluación, programación, proyección y modificación de la ciudad.
Es allí, en las ciudades, en la cercanía, en la proximidad a las inquietudes de las Infancias reales donde se deben crear entornos que favorezcan la participación y el debate sobre el perfil de esas ciudades. Es ése, el espíritu inclusivo que conlleva la creación de las “Ciudades de los Niños”.
Hasta ahora, y especialmente en las últimas décadas, la ciudad se ha pensado, proyectado y evaluado, tomando como parámetro al ciudadano medio que, en general, responde a las características de adulto, varón y trabajador. De este modo, la ciudad ha prescindido de todos los ciudadanos no adultos, no varones y no trabajadores.
Bellamente Tonucci nos enseña; “…En un tiempo tuvimos miedo del bosque. Era el bosque del lobo, del ogro, de la oscuridad. Era el lugar donde nos podíamos perder. Cuando los abuelos nos contaban cuentos, el bosque era el lugar preferido para ocultarse de los enemigos, las trampas, las congojas. Desde el momento en que el personaje entraba en el bosque, nosotros empezábamos a tener miedo; sabíamos que podía ocurrir algo, que ocurriría algo. La narración se hacía más lenta, la voz más grave. Esperábamos lo peor, porque lo peor estaba acechando. En un tiempo, nos sentimos seguros entre las casas, en la ciudad, con el vecindario. Éste era el sitio donde buscábamos a los compañeros, donde los encontrábamos para jugar juntos. Allí estaba nuestro sitio, el sitio donde nos escondíamos, donde organizábamos la pandilla, donde jugábamos a mamás, donde escondíamos el tesoro… Eran los lugares donde se construían juguetes según las modalidades y habilidades robadas a los adultos, aprovechando siempre los recursos que ofrecía el medio. Aquél era nuestro mundo. Pero en pocas décadas, todo ha cambiado. Ha habido una transformación tremenda, rápida, total, como nunca la había visto nuestra sociedad (al menos según consta en la historia documentada). Por una parte, la ciudad se ha vendido, ha perdido sus características, se ha convertido en peligrosa e insegura. Por otra, han aparecido los verdes, los ambientalistas, los animalistas a predicar lo verde, el bosque. El bosque ha pasado a ser bello, luminoso, objeto de sueños y de deseos. La ciudad, en cambio, se ha convertido en algo sucio, gris, monstruoso…” (2)
Pensar en ciudades inclusivas de las Infancias, pensar en una “Ciudad de los Niños”, no supone crear réplicas lúdicas, ciudades de fantasía o parques temáticos. No. Importa resignificar los espacios públicos de participación política, dotando de voz y voto a las niñas, niños y adolescentes.
En este sentido los espacios de participación en Consejos, Corporaciones, Colegiaturas o grupos de cualquier índole, en los que se les cede la palabra sobre temas que hacen a la realidad de su ciudad, han demostrado la generación de espacios de alternativos y propositivos, a veces, más expeditivos que los manejados tradicionalmente por adultos.
Es dable aclarar, que no hablamos de grupos de debate integrados por adultos capacitados en temas de infancias, hablamos de espacios conformados por niñas, niños y adolescentes imbuidos en el debate político. Niñas, niños y adolescentes, hablando, opinando, proponiendo y gestionando una agenda política propia y autónoma de los adultos.
El contexto democrático de las políticas públicas de protección de los derechos de los niños –señala Baratta-, adquiere un sentido y una relevancia diferente, por un lado, si los niños son o no son considerados parte integrante en las relaciones de democracia y, por el otro, según como sean entendidas las relaciones entre los niños y los adultos. (3)
El protagonismo público de las niñas, niños y adolescentes, muchas veces incomoda a los adultos. Pues la Infancia maneja demandas cuyos términos no son compatibles con los plazos de la gestión pública tradicional.
Una agenda de gobernanza desde y para los niños, incorpora la espontaneidad, desestructura formalismos y utiliza giros entendibles que la corporación política tradicional no digiere, y la más de las veces, mira con recelo y cierta desconfianza.
Trasladar el poder real a los chicos es una aventura de recambio y transformación posible, pero resistida por la corporación política.
Corporación, afable con las fotografías y los discursos de ocasión sobre la Niñez deseada, pero poco afecta a gestar espacios de participación vinculante con las Infancias reales. Las “Ciudades de los Niños”, están es construcción y son todo un desafío.
(2) TONNUCCI, Ídem.
(3) BARATTA, Alessandro, Infancia y democracia, Buenos Aires, Taurus, 2001.
Qué opinas?