Las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), fueron contundentes, el oficialismo perdió votos y su potencial para sumar bancas en casi todas las provincias. Por su parte, Juntos por el Cambio (JxC), se impuso rotundamente, y el Frente de Izquierda (FIT), se consolidó como la tercera fuerza nacional.
Según datos oficiales, la participación ciudadana en las PASO fue del 66,21%, por lo que se apuesta a una mayor concurrencia en los comicios generales. El interrogante que subyace es; si esta mayor concurrencia de los votantes a los comicios, alcanzará para que el oficialismo revierta el resultado de las PASO, o bien, la ventaja para la oposición aumente categorizando su eventual triunfo.
Se vislumbra un gran tropiezo para el oficialismo si la tendencia de las elecciones primarias se repite. Si fuera así, la bancada oficialista perdería la mayoría en el Senado, lo
que dificultaría la aprobación de sus proyectos de ley, y la obligaría a tejer inciertos acuerdos parlamentarios para conseguir ajustados apoyos. Un panorama vidrioso, en un
cuerpo colegiado manejado a “mano firme” por la vicepresidenta de la Nación, poco flexible a dar ventajas a quienes no responden a su estructura cercana.
A dos semanas de las elecciones generales del 14 de noviembre, se conocen nuevas encuestas que colocan a la fuerza opositora por encima del oficialismo, en sintonía con lo ocurrido en las PASO, los datos de firmas como; Real time Data, Opinaia, Synopsis, Universidad de San Andrés, reflejan que Juntos por el Cambio sigue liderando con 10
puntos, sobre el Frente de Todos.
Si bien, es loable resaltar que en el medio de problemas económicos y estructurales, acrecentados por la pandemia, ha contribuido a las derrotas electorales de los oficialismos de varios países de la región, en el caso de Argentina, a las dificultades del coronavirus, se sumaron escándalos como; el “vacunatorio vip”, que llevó a la renuncia del ministro de salud, o el “Olivos-gate”, la celebración del cumpleaños de la primera dama, por enumerar solo algunos.
Lo único claro, es que el humor social está golpeado, la ciudadanía cada vez está más descreída, y se acrecienta un malestar general con muchas de las figuras políticas, tanto del elenco oficial, como del opositor.
No obstante, aunque este desencanto esté dirigido a la clase política en general, la mayor parte de este dilema, de este lugar incómodo, se lo lleva el gobierno de Alberto
Fernández. La pregunta surge clara, pero con respuesta impredecible; más allá de los resultados; ¿después qué?
*Carolina Rigoni
Licenciada en Ciencia Política
Posgrado en Comunicación Política
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