Discurso completo del intendente Raimundo
16 DE AGOSTO DE 2010
Sr. Ministro de Gobierno, autoridades, héroes de Malvinas, alumnos, docentes, vecinos.
Estamos aquí reunidos, en vísperas de un nuevo aniversario del paso a la inmortalidad del más grande de los argentinos, el General Don José de San Martín.
Este año al cumplirse el 160º aniversario de dicho tránsito, los sanlorencinos lo homenajeamos con distintas actividades a lo largo de toda la denominada “Semana de San Lorenzo”, desde el día 10 hasta el 17 de agosto; hoy –fecha del traslado del feriado nacional- con este desfile y con la inauguración del museo que mostrará su vida; y mañana nuevamente pueblo y gobierno, alumnos y docentes de nuestra escuelas, instituciones y vecinos de la ciudad, con los tradicionales actos de izamiento de banderas en el Campo de la Gloria, en el Pino Histórico y en la Plaza que lleva su nombre y con el depósito de ofrendas en el nuevo Memorial de San Martín, culminando así en el día de su fallecimiento esta semana sanlorencina y sanmartiniana.
Creemos los argentinos que vivimos hoy épocas difíciles. Pero cuando sintamos desaliento recordemos esto: en los años de la gesta sanmartiniana todo estaba a punto de perderse: Chile estaba en poder del enemigo; Perú era un formidable foco de poder realista; la Banda Oriental primero un bastión español, sufría luego la amenaza de una invasión portuguesa; el país empezaba a ingresar en la anarquía dividido entre caudillos, y en Europa se preparaba una gran expedición punitiva contra la Revolución.
En este contexto dramático llevó adelante San Martín su causa. Y no faltaron, como siempre, quienes dijeron que su proyecto era impracticable e irreal. Tampoco faltaron difamadores que afirmaron que era un ambicioso y hasta un ladrón.
San Martín comparte con Napoleón, con Aníbal, con Alejandro, el sitial de genio militar y estratega.
Pero sin desmerecer a ninguna otra figura, sabemos que su cabal dimensión, su verdadero tamaño histórico, estriba en la grandeza de su corazón.
Porque no fue un conquistador de naciones sino un libertador de pueblos.
Porque no quería seres sojuzgados bajo la ignorancia y el oscurantismo, sino hombres libres redimidos por la educación.
Porque tras alcanzar el poder supremo en Perú, lo resignó tranquilamente cuando entendió que había culminado su servicio
Porque al regresar al país años más tarde, rehusó el gobierno diciendo que quería dar ejemplo a quienes habían dañado a la Patria con estériles enfrentamientos, mostrándoles –decía- “la diferencia que hay entre un hombre de bien y un malvado”.
Y sobre todo, porque hasta el final de sus días, demostró su capacidad de no endurecerse ni entristecerse ante la difamación y la calumnia.
El trabajo de cada docente que educa reproduce la gesta libertaria de San Martín; la acción laboriosa del que construye en vez de criticar reproduce sus esfuerzos; el accionar del ciudadano movido por valores simples y fuertes emula su forma de conducirse en la vida.
Tenemos suerte los argentinos: no debemos ir a buscar modelos extraños; tenemos en el Padre de la Patria el perfecto y evidente ejemplo a seguir, no en la grandeza militar de su gesta –históricamente irrepetible- sino en la sencillez de sus actos civiles. Mediante los actos comunes, las actitudes cotidianas, demostremos nuestro amor por Argentina.
Este es el único camino viable para recrear y sostener el país que él apasionadamente soñó para nosotros y que nosotros también entrañablemente soñamos para nuestros hijos.
Muchas gracias.
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