La mejor manera de reducir los daños es prevenir las adicciones

Por Jemina Churruarin, coordinadora de Ni Un pibe menos por la droga de San Lorenzo

Jemina Churuarin

Ante los hechos ocurridos en el municipio de Morón el fin de semana en un festival para jóvenes, queremos reflexionar sobre la idea de “Reducción de Daños”

La reducción de daño pone el foco del problema de los consumos problemáticos en los modos en que se consumen sustancia psicoactivas, sin marcar diferencia entre estas en cuanto al daño psicobiosocial que genera en el consumidor.

En esa línea su propuesta es informar para poder distinguir si una droga esta adulterada o no. En cuanto a esto, sin embargo hasta Gustavo Zbuczynski (presidente de Asociación de Reducción de Daños de Argentina) asegura que “los mayores grados de pureza no eximen de la presencia de adulterantes”.

Por otro lado, apuntan a una educación que se basa en el autocontrol y cuidado, bajo el argumento de una responsabilidad y elección individual del consumidor. En los folletos repartidos en Morón hablan de elegir “mejores flores que prensado”, “consumí poquito a ver cómo reacciona tu cuerpo” (en referencia a la cocaína/pastillas).

Lo hacen bajo la hipótesis de que informando y educando el daño que la droga genera podría ser menor y no nos costaría tantas muertes de pibes y pibas. A su vez, su trabajo y su idea está respaldada en la convicción de que es imposible terminar con el narcotráfico, y por ello, aquel que desee consumir, debe tener derecho a hacerlo en las mejores condiciones que sean posibles.

Desde nuestra perspectiva, y por la experiencia en nuestro trabajo con el Movimiento Ni un Pibe Menos por la Droga, consideramos que esas concepciones aíslan la problemática del consumo de todo contexto social, llevando dicha problemática al reduccionismo de creer que simplemente se trata de una elección individual la cual no está condicionada por la vida que llevamos y la sociedad en la que vivimos.

Promueven un consumo moderado, controlado, una posibilidad inexistente ante la realidad de la mayoría de los jóvenes que se encuentran en una situación de consumo problemático.

Pareciera que ignoran que, más allá del carácter policasista de la droga, esta no llega ni tiene las mismas consecuencias para todos los que consumen. Plantean una resignación con la cual tenemos que aprender a convivir y la cual tenemos que aceptar, y ante esto trabajar para que los daños sean los menores posibles.

Desde el Movimeinto Ni un Pibe Menos por la Droga planteamos que el primer daño al cual se tienen que enfrentar los pibes y las pibas de nuestro país, es la desidia y negligencia del Estado, esa que los deja por fuera de la educación, el deporte, la salud, la cultura, etc. La ausencia de todos estos aspectos, los cuales son los soportes para el desarrollo de cada persona tanto a nivel subjetivo como social, y la falta de un proyecto de futuro son, en la gran mayoría de los casos, los causantes del consumo problemático.

Hoy en nuestro país y en nuestra región, la droga emerge exponencialmente, lo que nos lleva a considerar la problemática como pandémica.

La droga se presenta como como remedio a la angustia, y casi como única opción que el estado brinda a los jóvenes. Un estado que no discute profundamente las políticas públicas de prevención, y que en los hechos abala, permite, y forma parte del negocio empresarial mafioso del narcotráfico. Pone al servicio de este, sus instituciones y sus poderes (poder político, judicial y los servicios de inteligencia y de seguridad), como vemos crudamente en las crónicas policiales de los últimos años en nuestra provincia.

Por eso afirmamos que el flagelo de la droga es consecuencia del flagelo socio-cultural-económico. Para desarrollar nuestro trabajo de prevención, como el que llevamos adelante en San Lorenzo en la Casas de Atención y Acompañamiento Comunitario El Semillero, nos apoyamos en la teoría de Horacio Tabares, psicólogo social (fundador del Centro Comunitario de Salud Mental Vinculo) el cual afirma que “no fracasó la lucha contra el narcotráfico; sino que nunca empezó” y eso es por falta de voluntad política.

Tabares cuestiona el discurso de las libertades individuales preguntando: “¿qué libertades poseen los miles de jóvenes que han crecido en la desnutrición crónica, sin un techo digno, en barrios abandonados por el Estado, con abuelas/os, mamás y papás desocupadas/os? La libertad de elegir aquello que el sistema pone en sus manos: drogas, armas y muerte”.

Las ideas que promueven la cultura del consumo, y con ella una cultura individualista que termina siendo funcional a que la problemática se agudice, solo nos lleva a una conciencia individualizada: “cada cual es dueño y responsable de sus acciones”, lema reproducido hoy en día por los discursos neoliberales y sus portavoces.

En este marco, nuestro compromiso desde el Movimiento Ni un Pibe/a Menos por la Droga es  con la lucha en la cual cada pibe/a sea protagonista de conquistar una realidad en la que realmente podamos elegir nuestro futuro; una realidad en la que nadie sea víctima de la vulnerabilidad social que va desde el hambre hasta la exclusión; una realidad en la que el daño psicológico, social y biológico no sea menor, sino que no exista.

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