Ana, la mecánica: Ponerse en marcha

Escribe Ricardo Fernández

La vida a uno lo va llevando por múltiples caminos y llegan los momentos de elegir y elegirse. Trabajando por las redes nos enteramos que eso le pasó a Ana, como a tantas mujeres.

Pero Ana, no es un nombre ficticio para una historia sino una mujer real de carne y alma que vive en San Lorenzo.
La vida la puso en distintas situaciones y eligió. Cuando tuvo que re crearse y formarse una imagen, eligió corte y confección. Diseña su ropa, crea su estilo y además enseña a otras mujeres cómo hacerlo.

Cuando quiso vibrar, eligió un instrumento que toda su vida la emocionó, y aprendió a tocar el violín: “Fue explotar”, asegura.

Y cuando quiso poner en marcha su vida y darle potencia, aprendió mecánica automotriz y a partir de ahí su vida tuvo un giro total.
“Salgo toda sucia y con ropa de trabajo a atender y todavía me preguntan si está mi marido. Como si una mujer no pudiera ser mecánica. Y mi marido se ríe y me dice: “contestales que estoy lavando los platos”.  Juntos toman con humor la situación en una profesión mayoritariamente llevada adelante por hombres, donde a poco las mujeres van tomando espacios.
“Amo increíblemente la mecánica pero valoro muchísimo la feminidad. Sobre todo la mía. Soy docente de corte y confección y enseño a gente el oficio. Diseño mi ropa y ahorro mucha plata con eso y la gente también.”

“Me empezó a gustar la mecánica a los 20 años con mi primer auto. Pude estudiar y la anécdota es que era la única mujer, así que me lo llevé a mi esposo conmigo para que me “defienda” (se ríe).

Ana cuenta cómo conoció a su marido: “Lo conocí en un club de autos. Él trabajaba en una empresa como electricista especializado, trabajo temporal. Yo empecé a estudiar y él iba conmigo. En el medio, su trabajo terminó y bueno… arrancamos para este lado. Mi intención era hacerlo con calma, y ese fue el empujón. Mi primer auto fue un Renault 19 diesel turbo. Lo primero que le hice fue la distribución.”

“Mi marido me ayuda a superarme y me incentiva muchísimo. Eso importantísimo porque ya tenía mentalizado el taller y de a poco lo vamos consiguiendo. La situación nos obligó a tomar el toro por las astas y aceleró los tiempos. Hoy puedo pararme delante de un varón y enseñarle cómo se arregla o se cambia algo del motor de su auto. Hubo que derribar barreras de “porque sos mujer no lo podes hacer” y no lo entiendo como una cuestión de género como hoy se plantea. No importa que sexo tengas, importa que es lo que te gusta y que lo podes hacer con libertad. Para mí la mecánica es algo que me apasiona, maravilloso. El tema de las máquinas, cómo funcionan, la increíble perfección como están diseñadas, los sistemas. Mi relación con los motores es algo muy emocional, me abstrae de todo y eso me encanta. Lo estoy aprovechando, estoy tomando esta posibilidad y disfrutándola. Es un privilegio enorme poder hacer lo que amo y eso hace que lo haga con tanta pasión. Para mí cambiar una manguera, hacer un vestido, como tocar una sonata, lo vivo con una intensidad enorme. En plenitud”,  nos dice Ana en su emoción inagotable.

“Motores nafteros son lo mío. En el taller hacemos integral: Mecánica general-electricidad- audio- instrumentación. Juntamos los talentos. En mi perfil de Instagram @Ana.lamecanica enseño mecánica, focalizada en la gente que no entiende nada. Así, de a poquito, van entendiendo.”

Esta es una de esas historias mínimas que pasan acá en el barrio, en el tuyo, en el mío, que nos vale la pena contar. Si tenés problemas con tu auto podés llamarla a Ana al 03476 15509595 y te vas a contar con profesionales apasionados. Es un buen comienzo.

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