Cristina y la palabra: una estrategia pensada para la militancia

Por Rocio Jaimes- Publicista (Comunicación Política)

La resolución de la causa Vialidad volvió a poner a Cristina Fernández de Kirchner en el centro del debate público. Frente a una parte del arco político y mediático que esperaba una reacción defensiva o silenciosa, su respuesta fue otra: presencia pública, discurso, gestos y una clara apuesta por sostener el vínculo con su militancia.

La comunicación política no es solo lo que se dice, sino cómo, cuándo y desde dónde se lo dice. Cristina lo sabe bien: no improvisa. Su estilo discursivo se apoya en tres ejes fundamentales que analistas de la comunicación reconocen como efectivos: emotividad, polarización y liderazgo carismático. En lugar de buscar consensos amplios, refuerza la identidad de su núcleo más fiel.

En estos días, más que un repliegue, lo que se vio fue activación. Desde que se conoció su condena, sus apariciones públicas no se detuvieron: actos, discursos con tono de arenga, saludos desde el balcón de su casa, momentos de cercanía emocional como el baile, la sonrisa o el abrazo a simpatizantes. Cada uno de esos gestos es también comunicación: lo que la teoría define como lenguaje no verbal o puesta en escena.

Esa combinación de bailes y gestos provocó todo tipo de reacciones: la oposición no tardó en catalogar el despliegue como un “show”, criticándolo por teatral y fuera de lugar. Algunos incluso tomaron los bailes para hacer chistes en redes, recurriendo al humor político para subrayar lo que consideran una exposición excesiva.

Militantes apoyando a Cristina

Mientras eso sucede, Cristina consolidó su figura como líder central del peronismo, convocando los sectores en torno de una causa común, con lo que su liderazgo se proyectó como respuesta ante la fragmentación interna.

Frases como “nos quieren borrar” o “a mí me absolvió la historia” no buscan convencer al otro, sino reafirmar un relato identitario, en clave de resistencia. Ese relato —acompañado de ritmo, gestualidad y hasta coreografía— se presenta como una estrategia deliberada para movilizar a su base.

En definitiva, Cristina realizo un despliegue comunicacional casi teatral que divide aguas: unos lo ven como provocación, otros como reactivación. Más allá de las posturas personales frente a su figura, este caso es un claro ejemplo de cómo la comunicación política puede convertirse en espectáculo, estrategia y herramienta de poder, todo al mismo tiempo.

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