Escribe Carolina Rigoni
Licenciada en Ciencia Política – U. N. R
Un debate actual en el campo de la política es el relativo al fenómeno del poder. Muchos analistas hablan del poder real, de los poderes fácticos, de los poderes concentrados o monopólicos.
Sin embargo, existen discrepancias sobre cómo definir al “Poder”. Gran parte del debate reciente sobre el poder gira en torno al problema de su definición, y a su naturaleza como constrictiva o como permisiva. Pero, ¿qué es realmente el poder?; nos permitiremos acercar algunas reflexiones.
Nos enseña Foucault, que “el poder se encuentra presente en todas las relaciones humanas”. “No es otra cosa más, que la facultad de lograr influir en otros, para hacerles cumplir con un determinado comportamiento”. El poder no es algo que se adquiera, arranque o comparta, algo que se conserve o se deje escapar; el poder se ejerce a partir de innumerables puntos y en el juego de relaciones móviles y no igualitarias. Cuando encuentra su fuente en una estructura jurídica (se transforma claramente en Autoridad). Aunque Foucault, también reconocía relaciones de poder desde la “extrajuridicidad”; tan válidas y vigentes en tanto gocen de legitimidad.
La legitimidad otorga validez a la relación de poder. El detentor legitimado es aquél que consigue que el otro le obedezca. Ya sea por medio de la fuerza (coerción), la dominación o la manipulación -éstas son las formas de ejercicio del poder-.
Para Weber, el poder es la “facultad de influir en el comportamiento de un individuo o grupo”. “La probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera sea el fundamento de esa probabilidad”. Como mentor de la “tipología moderna” del poder, identificó tres categorías: el “poder legal” (afianzado en la estructura de un orden de instituciones), el “poder tradicional” (ligado a la costumbre de obedecer al que manda), y el “poder carismático” (fundado en las calidades personales del líder, su ejemplaridad, su oratoria, su heroísmo, etc.). Para este autor, el concepto de poder está relacionado al concepto de dominación, es decir, ejercer una autoridad sobre un grupo social determinado y encontrar un grado de obediencia.
Weber definió al poder político como el “monopolio de la fuerza física legítima”. A su alrededor ubicó también al poder económico, al que tildó como: “poder ejercido en virtud de una dominación. La dominación que detentan los titulares de los medios de producción”.
Asimismo, hoy, en el debate político argentino, todavía se está interpelando sobre el poder. Y como conclusión preliminar ha sentado una dicotomía, que aunque tachada a veces de reduccionista, no escapa al análisis de lo coyuntural.
Esta dicotomía radica en que, en la realidad social y política local subsisten dos paradigmas opuestos: “Poder político” versus “Poder Económico” (el poder del establischment, al decir de muchos analistas).
Esta presunta “antinomia” no es nueva, y otras veces, se nos presentó como una “coincidencia”. Es que necesariamente, uno y otro poder, se han enfrentado en la lucha por monopolizarse (el político procura cooptar al económico) o desmonopolizarse (el económico desea erigirse sobre el político), a los fines de sufragar sus intereses sectoriales.
Sin embargo, lo peligroso de este planteo, es querer hacer aparecer como “triunfador indefectible” al poder económico. Se procura “demonizarlo”, hasta el punto de inculcarle mayor virtualidad que al Estado mismo (titular del poder político). Lo qué, también es justo decirlo, no escapa a cierto marco de certeza, sobre todo en las democracias más débiles, cuyos Estados Nacionales no pueden egresar de posiciones subsidiarias en relación a los poderes económicos reales que les marcan la agenda pública.
Claramente, Argentina fue presa de esta condición durante la década del ’90 (Un Estado menguado, aintervensionista, y que facilitó la circulación del capital privado sin control ni restricciones). Como respuesta a este conflicto han surgido corrientes de pensamiento afincadas en los fenómenos políticos de tinte “popular” latinoamericanistas, que bregan por la implementación de estrategias de “Emancipación” que coloquen otra vez al Estado en posesión de toda su autoridad, de todo su “poder político”, para concretar políticas de inclusión e igualdad.
El debate sobre “El Poder” enriquece, incita y ayuda a hacernos reflexionar sobre el lugar concreto en el que se encuentran “los que mandan” y dónde “los que obedecemos”.
Qué opinas?