Infancias que esperan

Escribe Carlos Alfredo Rinaldi (Abogado)
carlosrinaldabogadoi@gmail.com

 

Hoy, 20 de Noviembre, se cumplen 28 años de la sanción, por parte de la Asamblea General de la ONU (Organización de Naciones Unidas); de la “Convención sobre los Derechos de Niño” (en adelante, CIDN).

La Convención fue la síntesis de un conjunto de conquistas que el discurso jurídico de la niñez consiguió, y que tuvo un derrotero signado por hitos tales como: La primigenia Declaración de Ginebra del año 1924 (Sancionada por la desaparecida Sociedad de las Naciones – organismo antecesor de la ONU, que desapareció con la Segunda Guerra), y la Declaración de los Derechos del Niño de 1959 (Sancionada por la ONU).

La CIDN, incorporó una nueva concepción sobre la subjetividad del niño. Le reconoció como sujeto pleno de derechos. De ahí, que con la Convención, se superaron los vicios de la vieja doctrina de la “Situación Irregular”, anulándose, por lo menos desde el plano discursivo (todavía no del todo en la praxis), la idea del “menor” como objeto de la intervención estatal frente a su situación de vulnerabilidad. Lo que alguna vez, sectores críticos de la vieja doctrina denunciaron como “la cosificación de la infancia”.

El universo de los derechos humanos, reconoció la especificidad de los derechos de la infancia como subespecie, sobre cinco ejes que son pilares de la CIDN, la No Discriminación, el respecto a la vida, supervivencia y desarrollo, la primacía del Interés Superior del Niño, el derecho a la participación, y el principio de efectividad.

El instrumento deslinda tres agentes determinantes en el plano de la responsabilidad por el funcionamiento y respeto de la CIDN, la Familia, el Estado y la Sociedad toda.

La CIDN es una verdadera herramienta política de garantías, inclusión y equidad. Además, conmina a los Estados partes (es decir, a aquellos que como Argentina, la han ratificado), a cumplimentar con sus alcances hasta el “máximo de sus posibilidades”.

En la Convención se enumeran derechos subjetivos de la niñez tales como, el derecho a un nombre, a una nacionalidad, a la salud, a la no discriminación, a la no separación del niño del seno de su familia, a ser oído.

También la CIDN prohíbe la explotación económica por trabajo infantil, repudia el abuso en cualquiera de sus manifestaciones (físico, sexual, psicológico), garantiza el acceso, permanencia y egreso de la escuela pública, etc.

Nuestro país ratificó la CIDN, y la incorporó a nuestro ordenamiento jurídico interno, mediante la Ley Nº 23.849 el 22/10/1990. Su incorporación, se realizó sujeta a tres declaraciones y una reserva.

Argentina declaró, en torno al artículo 1º del instrumento, que se es niño, desde la concepción en el seno materno y hasta los 18 años de edad.

También en relación al 24, f) (relativo a la planificación familiar y procreación responsable), declaró que ésta es una responsabilidad de los padres y subsidiaria del Estado, y finalmente en cuanto al art. 38, relativo a la intervención de niños en conflictos bélicos, sugiere su rechazo, y está a lo normado por su ordenamiento local.

La única reserva que realiza, se refiere al art. 21, incs. b, c, d y e, referente a la adopción internacional, en torno a lo cual preceptúa su respeto a los lineamientos de sus normativas internas en la materia, a las que remite.

A casi treinta años de su nacimiento, la CIDN, no ha resuelto los problemas de las infancias, tan disímiles como naciones existentes.

Tampoco, creo, que exista alguna vez norma capaz de resolverlos, por más integral que se pretenda.

Éste, es un problema de intereses, más que de discursos. La infancia no es variable de ganancia para los Estados. No interesa, por cuanto no ejerce plenamente derechos políticos, ni sus opiniones son determinantes para el egoísta mundo de los adultos.

La niñez, queda relegada a ese lugar incierto, laxo e indefinido, “el futuro”. Quizás por eso sufre los avatares de un presente de esperas infundadas.

Es tiempo de volver a la niñez. De escuchar y reflexionar junto a sus representantes, los pibes, en cómo abordar sus problemáticas. Es hora de menos discursos; y más acciones. Es hora de reconocer otros roles a las infancias que esperan.

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