Escriben María Gabriela Cruz (Prof. en Psicopedagogía y Psicopedagoga) y Nora Porteiro (Psicóloga)

Anhelamos a través de este escrito, transmitir nuestra mirada desde una praxis profesional que data de aproximadamente treinta años en relación a los síntomas de aprendizaje que aparecen en el ámbito escolar.

En estos momentos de incertidumbre, temores, ansiedades que nos atraviesan como miembros de esta sociedad, ante el impacto de este enemigo invisible que convive en la cotidianeidad afectando nuestra manera de ser y estar en el mundo, es que en primer lugar definiremos etimológicamente los conceptos que nos ocupan: ENSEÑAR Y APRENDER.

Si nos referimos al primer vocablo diremos que esta acción se asocia íntimamente a: comunicar conocimientos, ideas, habilidades, transmitir, dar, ofrecer, en algún momento de la historia los griegos la significaban como: ayudar a alguien a crecer. He aquí en este punto en el que engarzamos directamente la segunda noción: Aprender, que no es más que la adquisición o incorporación de objetos cognoscentes, experiencias, hábitos…. Ahora bien: ¿Quién es el protagonista de dicho proceso de enseñanza- aprendizaje?

El psicoanálisis, como Técnica de investigación y piedra angular en nuestro análisis nos pone en presencia de un sujeto que llega al mundo en estado de indefensión, desprotección y que, al quedar capturado por la mirada, la escucha amorosa y a la vez disciplinaria de sus progenitores inicia su constitución psíquica.

Este esquema conceptual nos permite pensar en que el proceso de enseñanza-aprendizaje se instala desde el nacimiento y durante el transcurso de los tiempos evolutivos (infancia, adolescencia) va tomando diferentes matices y variantes en el contexto de una red de vínculos familiares y escolares que le otorgan sentido y significado.

Inmersos en estos tiempos pandémicos en donde la vulnerabilidad y los estados de ánimo se negativizan complejizándose los espacios previamente mencionados, es que emerge junto a tantísimas preguntas la siguiente interpelación:

 ¿Puede la familia enseñar como lo hacen los docentes en la escuela?

Desde nuestra óptica es muy difícil poder hacerlo ya que en el seno familiar se juegan otros factores inherentes a los vínculos   que trascienden la situación particular en que el niño/a realiza sus tareas emitidas por medios tecnológicos por parte de sus docentes. De esta forma y bajo estas circunstancias se ponen en juego las propias historias de los adultos a cargo quienes, en afán de cumplir con los requerimientos institucionales, trasmiten su sentir profundo de aprobación o no de su hijo. Un ejemplo de lo expresado lo podemos observar en una mamá que, con su paciencia al límite, reta a su hijo porque las operaciones de matemática no las resuelve correctamente, en este momento el niño siente la frustración y decepción por no PODER cumplir con lo que se espera de él.

Podríamos agregar al relato descripto la propia conflictiva de todo el núcleo hogareño, que es presionado por su aislamiento: dificultades económicas, obligaciones, y todo lo atinente al cambio de rutinas de una vida modificada por una pandemia.

Es nuestro deseo revalorizar los vínculos, a través de todos los medios disponibles, jerarquizar el rol de los docentes quienes a través de sus esfuerzos mancomunados están en la búsqueda permanente de herramientas conducentes a poder sostener su función en medio de este contexto, entendiendo y escuchando a los protagonistas de esta situación quienes expresan que extrañan su escuela, sus compañeros, sus maestras, es decir su diario acontecer.

Podríamos concluir esta mirada que abre muchísimos interrogantes respecto de la temática en cuestión y que podrían ser ampliados con el aporte y profundización de otras disciplinas científicas afines, con un verso del poeta Antonio Machado que expresa “Caminante no hay camino se hace camino al andar” de esta manera TODOS JUNTOS SEREMOS ENSEÑANTES Y APRENDIENTES en el maravilloso, desafiante, pero al mismo tiempo esperanzador CAMINO DEL VIVIR.